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Da incomensurável iconografia cristã o "Cristo das Trincheiras" ainda hoje nos recorda o calvário milenar violentamente reeditado nesta relíquia do Sec. XX. Este Cristo mutilado pelas armas, amputado pelos obuses e vilipendiado na lama pelos homens que, dois mil anos depois da crucificação de Jesus, mergulharam num século entrincheirado em contendas fratricidas.
Este Cristo pungente, que inelutavelmente nos convoca ao silêncio, foi recolhido pelos soldados Portugueses, na Primeira Guerra Mundial, durante a Batalha de La Lys. Daí em diante acompanhou o Corpo Expedicionário Português até ao termo da guerra em 1918. Hoje repousa sobre o túmulo do nosso soldado desconhecido no Mosteiro da Batalha. Para John Keegan(*) este "Cristo das Trincheiras" é o ícone que melhor simboliza a agonia de milhões de jovens, maioritariamente Cristãos, que pereceram nesse conflito seminal que marcou o passo ao Sec. XX. Com efeito, a paixão e morte de Cristo é imanente à nossa Civilização mesmo quando esta retrocede pela barbárie da espada ao invés de se libertar pelo poder da palavra. Seja como for, terá a fé no mistério de Jesus Cristo modificado o nosso "alfabeto interior"? Na lição do mestre George Steiner, numa possível resposta a uma "pergunta retórica", Cristo deixou na consciência Ocidental uma marca indelével de "uma tristeza irremediável, bem como uma febre de esperança". Logo, ainda hoje Jesus Cristo mantém "o espírito humano em desequilíbrio", mesmo quando os homens vivem entrincheirados.
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sexta-feira Santa...posted by João Nuno Almeida e Sousa.
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The First World War an illustrated history Pimlico 2002
1 comentário:
Jesús en su trinchera guerrillero
Pablo Mora
Jesús, volcado sobre el mundo, injerto entre los continentes y los mares, sobrepasa el fragor de los azares y acampa en el confín de cada puerto. Jesús, con el mensaje al descubierto, despliega su bondad entre los lares y apacigua el dolor, los avatares, con hondo afán entre su amor despierto. Artífice de paz y sobrehumano bastión por su evangelio altivo, ardiente, fragua la hermandad en cada hermano. Y es símbolo de amor incandescente, para el mundo Patriarca Soberano, con veinte siglos en su enhiesta frente.
Jesús, en el zaguán contemplativo, le señala al mendigo su sendero; le acompaña en su duro derrotero y prodiga el milagro, compasivo. Jesús, el incansable, pensativo, escándalo, abatido, prisionero; Jesús, la encarnación del misionero, entre la historia un punto suspensivo. Jesús, en cada amanecer presente, convierte las tinieblas en aurora y expande por el orbe su simiente. Jesús, con su mirada abrasadora, al desgranar perdón al penitente eternízase en su obra redentora.
Jesús, radiante péndulo del mundo, precisa cada horario de la historia y surca los solares de la gloria con claro acento y con compás rotundo. Jesús, paciente, fraternal, fecundo, enclavado en la cruz de la victoria, martilla al peregrino la memoria con ancha paz y con amor profundo. Jesús, en el pesebre, en el Calvario, Jesús, pastor, hermano, misionero, Jesús, inconfundible visionario. Jesús, en los olivos, prisionero. Jesús, el del proverbio lapidario. Jesús, en su trinchera, guerrillero.
Cristo de las Trincheras, el que reposa en el Mosteiro da Batalha – Portugal -. Sin una mano, sin pies, después de haber estado en el frente, de sol a sol, entre borrasca, plomo y lluvia, en una y otra guerra, a ras de guerra, hoy, permanente lámpara votiva en la ruinosa oscuridad de un vetusto monasterio, espeluznando al mundo en fantasmal plegaria. Cristo, el hombre, eternamente, un gran dolor en viaje, en esta ominosa hora menguada, humosa, que en sombras nos envuelve. Sed de mundo, cerviz de noche, contrito, solitario y muerto. Cristo pobre del pobre… buen hermano, colérico cordero al descubierto, nuevamente con látigo inclemente arrojando a los nuevos mercaderes, tan pierna arriba en su agonía, al aire el brazo, en ademán resuelto y justiciero, combatiente, insurgente, fiel miliciano… Tú —el revolucionario más valiente—. Tú —el más rebelde y noble montonero—.
Cristo de las Trincheras, Cristo ahumado, al frente de la guerra, guerrillero, frente al hambre, pedazo de madero, entre la guerra con color tostado. Al descubierto, roto, desolado, fuego encendido, fuego prisionero; en la trinchera, siempre de primero, de la batalla el Cristo mutilado. De trinchera en trinchera, chispa, lumbre, encendido en amor, enfogarado, en sangre, en ruego, en alba y mansedumbre. Cristo de La Batalha, iluminado, en lanza, en ristre, en cruz, en muchedumbre, al hombre ruega en llamarada alzado.
Tú que sin duda fuiste el más valiente de los hombres. El revolucionario que prefirió morir en el Calvario antes que doblegarse mansamente. ¡Sal de tu Iglesia! ¡Coge la montaña! ¡Y a quienes luchan rige y acompaña en tan heroica y santa rebeldía!
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